Construcciones rurales - Buenos Aires Argentina

Estar en un lugar sin servicio de electricidad, en el siglo XXI es un lujo que no siempre tenemos la posibilidad de experimentar.


La naturaleza cobra importancia, los sonidos, el sol, la vegetación, los animales, el compartir, la charla, el mate, asado, fogón y una noche de estrellas que parecen desaparecer en la ciudad. 


El silencio de la madrugada, y los primeros sonidos del alba, se siente como un privilegio. Tanta inmensidad, llanura, y cielo que nos propone nuestra tierra! 
Aquí una selección de imágenes de algún lugar en nuestra Provincia de Buenos Aires...






























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  1. EL OVERO

    Degollalo, Cipriano, degollalo;
    ya el matungo no tiene más rimedio:
    hace dos o tres días qu' está cáido
    y es inútil buscarle un aliveo.
    -Anoche, al acostarme, yo pensaba
    en eso mesmo que m' estás diciendo,
    y esta mañana preparé la daga
    pa despenar pa siempre al pobre overo;
    pero ¿sabe, mi Vieja lo que pasa?
    Me alcanzó a conocer a veinte metros,
    Y levantando un poco la cabeza
    m`hizo un relincho corto, dend' el suelo.
    Me arrimé pa matarlo,
    y vide en sus cansados ojos negros
    yo no sé qué mirada tan extraña
    que me tembló la daga entre los dedos
    y me puse a pensar: ¡qué me diría
    al saber que soy yo que lo degüello!
    "¿Es ansí cómo pagan los cristianos
    dispués que uno está cáido y está viejo?"
    "Este es un bien pa vos -quise esplicarle.
    Sentirás un dolor cuando entre el fierro;
    pero dispués verás, cuando la sangre
    dentre a chorriar y a coloriarte el pecho,
    te sentirás liviano como en antes
    y todo ese dolor se te irá yendo…"
    ¡Y sacando coraje, ni sé di 'ande!,
    con una mano le tantié el pescuezo,
    y cuando estaba a punto 'e degollarlo
    me maniaron la mano los recuerdos.
    Recularon los años de mi vida
    y m' entraron a arriar los pensamientos
    pa los tiempos aquellos que denguno
    me prestó más servicios qu` el overo.
    Yo tenía p' aquel tiempo veinte años
    y él sería un potrillo 'e tres y medio…
    cuando una vez, por cosas…
    por sonceras, que cuasi ni me acuerdo,
    le pegué unos hachazos en el tuso
    al comesario mesmo.
    Y tuve que juir. Mi suerte estaba
    puesta en las patas de mi parejero,
    y pa ganar el monte
    vadeó los ríos, jinetió los cerros,
    y si de un galope no cruzó los Andes
    jué porque nunca le pedí ese esjuerzo.
    Dispués, cuando unos ojos
    que no sé si eran brujos o hechiceros
    m' enredaron pa siempre y arm' el rancho
    pa tener en mi rancho ¡dos luceros!,
    mi overo puso el anca pa' llevarte;
    . . . y como pa dir al cura estaba lejos. . .
    hizo la vez de cura, de padrino
    y jué testigo 'e nuestro casamiento.
    Después de algunos años,
    cuando el gurisito cayó enfermo,
    ¿quién se galopió las doce leguas
    que hay estendidas dende aquí hast' al pueblo,
    y quién se galopió las otras doce
    pa venir hasta aquí con los rimedios?
    Por eso, no me animo a degollarlo;
    dejalo al pobre overo
    ¡que se muera solito allá en el bajo,
    que yo perdí el coraje hasta pa verlo!

    Boris Elkin
    Del libro:Charqueando
    Poesias camperas

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