Construcciones rurales - Buenos Aires Argentina
La naturaleza cobra importancia, los sonidos, el sol, la vegetación, los animales, el compartir, la charla, el mate, asado, fogón y una noche de estrellas que parecen desaparecer en la ciudad.
El silencio de la madrugada, y los primeros sonidos del alba, se siente como un privilegio. Tanta inmensidad, llanura, y cielo que nos propone nuestra tierra!
Aquí una selección de imágenes de algún lugar en nuestra Provincia de Buenos Aires...
EL OVERO
ResponderEliminarDegollalo, Cipriano, degollalo;
ya el matungo no tiene más rimedio:
hace dos o tres días qu' está cáido
y es inútil buscarle un aliveo.
-Anoche, al acostarme, yo pensaba
en eso mesmo que m' estás diciendo,
y esta mañana preparé la daga
pa despenar pa siempre al pobre overo;
pero ¿sabe, mi Vieja lo que pasa?
Me alcanzó a conocer a veinte metros,
Y levantando un poco la cabeza
m`hizo un relincho corto, dend' el suelo.
Me arrimé pa matarlo,
y vide en sus cansados ojos negros
yo no sé qué mirada tan extraña
que me tembló la daga entre los dedos
y me puse a pensar: ¡qué me diría
al saber que soy yo que lo degüello!
"¿Es ansí cómo pagan los cristianos
dispués que uno está cáido y está viejo?"
"Este es un bien pa vos -quise esplicarle.
Sentirás un dolor cuando entre el fierro;
pero dispués verás, cuando la sangre
dentre a chorriar y a coloriarte el pecho,
te sentirás liviano como en antes
y todo ese dolor se te irá yendo…"
¡Y sacando coraje, ni sé di 'ande!,
con una mano le tantié el pescuezo,
y cuando estaba a punto 'e degollarlo
me maniaron la mano los recuerdos.
Recularon los años de mi vida
y m' entraron a arriar los pensamientos
pa los tiempos aquellos que denguno
me prestó más servicios qu` el overo.
Yo tenía p' aquel tiempo veinte años
y él sería un potrillo 'e tres y medio…
cuando una vez, por cosas…
por sonceras, que cuasi ni me acuerdo,
le pegué unos hachazos en el tuso
al comesario mesmo.
Y tuve que juir. Mi suerte estaba
puesta en las patas de mi parejero,
y pa ganar el monte
vadeó los ríos, jinetió los cerros,
y si de un galope no cruzó los Andes
jué porque nunca le pedí ese esjuerzo.
Dispués, cuando unos ojos
que no sé si eran brujos o hechiceros
m' enredaron pa siempre y arm' el rancho
pa tener en mi rancho ¡dos luceros!,
mi overo puso el anca pa' llevarte;
. . . y como pa dir al cura estaba lejos. . .
hizo la vez de cura, de padrino
y jué testigo 'e nuestro casamiento.
Después de algunos años,
cuando el gurisito cayó enfermo,
¿quién se galopió las doce leguas
que hay estendidas dende aquí hast' al pueblo,
y quién se galopió las otras doce
pa venir hasta aquí con los rimedios?
Por eso, no me animo a degollarlo;
dejalo al pobre overo
¡que se muera solito allá en el bajo,
que yo perdí el coraje hasta pa verlo!
Boris Elkin
Del libro:Charqueando
Poesias camperas
Que lindo Lucas!!!Graciass!!!
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